Los mercaderes han vuelto al templo, han vuelto a ocuparlo y ahora no tenemos quien los eche. Porque se han apoderado de la figura de áquel que vino a despojarnos de ellos, que vino a salvarnos. La han manipulado y la han hecho suya. Así comercian a sus anchas con la vida, con la muerte, con la enfermedad, con la alimentación, con la guerra… En su mezquina estupidez pretenden incluso manipular a la Naturaleza, y así llegará el día en que ésta nos tragará a todos, sin compasión, porque la Naturaleza es implacable. Han hecho del mundo un lugar inhabitable. Intentan, además, convertirlo en un gran hospital, en un mundo en llamas, un mundo en continua beligerancia. Pero ¡ay! qué poca gente se está dando cuenta del engaño tecnológico que cubre con tupido velo el pensamiento y el discernimiento, que está cegando, cada vez con más rapidez, a las generaciones que suben.